Hay varios temas que no he conversado contigo, porque son todos
míos aunque hablan todos de ti. De cómo te quiero, cómo te pienso antes de
acostarme y al despertarme; incluso cómo te he respetado en cada instante que
te imagino, por el hecho de ser mujer y por ser de quien estoy enamorado, en un
silencio que no es tal, porque mis palabras lo gritan y mis acciones lo
confirman, aunque -repito- oficialmente, no te lo he dicho.
Claramente, he callado mi amor por ti
para no estrellarme con pared y me ocurra lo que a muchos que al confesar el
amor a la persona que no ha dado signo alguno de tener las mismas intenciones,
sino que es amable. Lo que les ha ocurrido es tener el corazón partido, por
ellos mismos.
No te lo he dicho, pero he indagado
-decentemente- detalles de ti, para poder trabajar en ellos como hace un
enamorado, cuyo deber es entender a su amada y serle útil para lograr lo que no
todos pueden hacer en una relación: ir a la par, que es lo mismo que decir,
pareja.
Permíteme aclarar que no he invadido tu privacidad,
sólo he preguntado lo que no me has dicho y es de “dominio público”. Tengo mis
límites y si no he vulnerado los de los demás, mucho menos lo haré con quien
tanto me gusta a lo bonito, al grado de querer formalizar en sagrado
matrimonio.
¡Cuántas aventuras no he imaginado
voluntaria e involuntariamente contigo a mí lado!, no sólo esos cuentos de la
princesa en peligro, sino del hombre que cayó en su propio limbo y que la mano
firme, humilde, fuerte y hermosa de una mujer inteligente -tu descripción-, me
sacó de tal agujero.
En ti he visto a la madre d mí soñada
hija y todas las cosas que un embarazo implica, desde cuidarte, acompañarte,
salir del trabajo e ir pronto a colaborarte y consentirte, el apresurado viaje
al lugar donde nuestra niña nacerá.
No te lo he dicho, pero ser padre es una
de mis mayores ilusiones y, con la mujer ideal que tú eres, sería tocar al
cielo con las manos. Dos mujeres espectaculares en mí vida, queriéndome de
verdad tal cual yo las amaré. Porque además del amor de mí madre, el ser amado
por una mujer es una sensación que a la fecha de hoy, jamás he vivido y ya
siento cómo se me va el tren, si es que no me he dado cuenta que ya se me ha
ido.
Una niña -bueno, también sería extra
mega feliz con un niño-, que sea tu hija y mi hija, juntos los tres en sana
paz, en la locuacidad, las discusiones, las reconciliaciones, el estudio, la
espiritualidad, la lucha contra esta vida socioeconómica y siempre rebosando
amor.
Eso y vivir momentos de sosiego es lo
que he pensado contigo, porque eso para mí es estar enamorado: ser y estar,
necesitarse y saberse ser individuos, contrastar y engranar. Todo con la
valoración humana mutua y siendo esos ciudadanos ejemplares que ya somos, pero con
su potencial elevado al cubo.
Me ha tocado extrañarte en silencio,
porque es la realidad que tenemos. Lo que yo quiera no implica que tú lo
quieras y te aseguro que eso no quebrantará mí respeto de amigo, aliado y
compinche que me has permitido ser. Todo ello es ganancia porque te conocí y te
abriste a mí como persona y me enseñaste cuán grande puede ser una buena mujer.
Para no salir herido por mí mismo, he
aprendido a vivir en la imaginación sin querer hacerla realidad y a vivir mi
realidad sin dejar de gozar lo bonita que es la imaginación. No sé si me
cobrarás regalías por el uso permanente de tu imagen y, si hay que hacerlo con
gusto lo haré.
Te he visto vestida de novia, en la
playa, en la montaña, trabajando, corriendo, cocinando, durmiendo, retozando
ante una piscina, escribiendo, calculando, coordinando, en una fiesta, en fin,
en toda sana actividad posible. En la mayoría de las ocasiones contemplándote
con suspiros y en otras, tomados de la mano hacia la eternidad.
Todo esto no te lo he dicho para que me
des una oportunidad, más bien lo he hecho para que recuerdes que tu presencia
en el mundo, significa demasiado para los demás y que agradezco que hayamos
coincidido en este instante que es la vida.
Te adoro y aún cuando haya silencio
entre nosotros, ten claro que hay un grito que cubre al mundo y es tu nombre
dicho por mí, el cual se repite en un bucle de eco en la caja de resonancia de
mí corazón.
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