🎄 El desafío de ahorrar en Navidad y
ganarle la batalla a tener efectivo para comida, pasaje y deudas al menos por
los primeros 20 días de enero, es una frecuente a la que muchos le decimos “sí
podemos” y nuestra línea de trabajo, economía y algarabía, nos demuestran lo
contrario, para que al final o no lleguemos a cumplir con el sueño de la
solvencia o lleguemos rasguñando y altamente preocupados o asustados.
La temporada navideña es un torbellino de alegría, reencuentros, luces brillantes y, seamos honestos, un gasto casi inevitable. Desde la compra de regalos para la familia y amigos, pasando por las cenas de empresa, hasta la decoración del hogar y los viajes, la billetera parece adelgazar a un ritmo alarmante entre diciembre y la llegada del nuevo año.
Es una época donde el espíritu generoso choca frontalmente con
la necesidad de prudencia financiera, haciendo del ahorro en Navidad uno
de los desafíos económicos más grandes del calendario.
Notorio que la dificultad
principal reside en el potente componente emocional de esta época. Las
tradiciones nos empujan a querer dar el mejor regalo, a ofrecer la cena más
abundante y a participar en cada celebración. Rechazar una invitación o elegir
un presente más modesto puede generar una sensación de culpa o de "quedarse
corto" con los seres queridos.
A esto se suma la fuerte
presión del consumismo y la publicidad, que presentan la Navidad como un
período donde la felicidad es directamente proporcional a la cantidad de bienes
y experiencias que se pueden adquirir.
La tentación está a la
vuelta de cada esquina, y la facilidad para usar tarjetas de crédito o pedir
pequeños préstamos (y ahora en Venezuela con cashea y similares) disuelve
rápidamente cualquier plan de presupuesto preestablecido.
Sin embargo, detrás de la
euforia de las fiestas, se esconde una realidad que golpea justo después del
seis de enero: la temida cuesta de enero. Es un período en el que los
ingresos suelen tardar en llegar, pero las facturas de la luz, el agua, el
colegio, la hipoteca y, sobre todo, los resúmenes de las tarjetas de crédito de
diciembre, se presentan sin piedad.
La sensación de vacío en
la cuenta bancaria, tras haber vaciado el bolsillo con tanta ilusión, puede ser
desoladora y extender el estrés financiero a los primeros meses del año.
Es precisamente por esto
que la necesidad de controlarse durante las festividades no es un signo
de tacañería, sino de inteligencia y planificación financiera a futuro. No se
trata de arruinar la celebración, sino de practicar un consumo consciente y
responsable. Hay varios temas que deben ser prioritarios al momento de
gestionar los gastos navideños, como definir un presupuesto estricto para
regalos y comidas, priorizar la calidad del tiempo sobre la cantidad de
obsequios, o incluso optar por regalos hechos en casa o experiencias
compartidas en lugar de productos caros.
La meta de este esfuerzo
de contención no es otra que asegurar una colchón financiero que permita
vivir los primeros 20 días de enero con tranquilidad (no solamente pensar en la
quincena y más aún sí ya cobraste el bono vacacional y salario adelantado por
vacaciones decembrinas).
Un pequeño remanente de
ahorro o, al menos, la ausencia de nuevas deudas, ofrece una estabilidad
emocional y práctica invaluable.
Permite afrontar los
compromisos ineludibles sin tener que recurrir a préstamos con altos intereses
o a sacrificios drásticos en el presupuesto mensual. El objetivo es pasar de la
alegría efímera de un gasto impulsivo a la satisfacción duradera de la seguridad
económica.
En resumen, la Navidad es
una prueba de fuego para la disciplina financiera. El secreto para superarla no
es evitar el disfrute, sino redefinir el concepto de celebración.
Se puede tener unas
fiestas maravillosas sin comprometer la estabilidad futura. Controlarse hoy es
la mejor manera de honrar el esfuerzo de todo el año y de garantizar que la
felicidad de diciembre no se convierta en una preocupación constante para el inicio
del nuevo ciclo.
Pensar en los primeros 20
días de enero es, en definitiva, el mejor regalo que se puede hacer a uno
mismo. Y no, no es tacañería, es autocontrol, estrategia, disciplina y no
gastar más de lo que produces ni vincular los gastos intrínseca y directamente
con la celebración, estas fechas de Navidad, Año Nuevo y Día de Reyes no
son materialistas, sino de encuentro con los demás y con uno mismo.

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