A diario se nos han
estado presentando más de un gañán, directa e indirectamente (y muchos no lo
ven u otros, prejuzgan erróneamente; en fin, son varios temas difíciles, pero
palpables). Los gañanes son aquellos que utilizan su fuerza física, una mirada
intimidante que podríamos tildar de sociópatas o psicópatas (sea porque la
fingen o porque la sienten) y que se presentan tanto del lado de la ley como
del lado contrario de la ley.
Venden su alma al mejor
postor, en especial aquel que le permita golpear sin consecuencias legales,
materiales o económicas a otros. Y no podemos descartar que sean parte de
agresiones que quiten la existencia.
Un gañán puede provenir
de una familia disfuncional, desatenta, con desapego o que goza también de esas
actitudes; incluso de quienes llegan a temer de sus propios hijos que son
contaminados por otro gañán en su zona de residencia, centro de estudio o empleo.
Gustan de golpear sin ton
ni son; de colarse y hacer bravuconadas buscando camorra, acompañados de
acólitos que más o menos se le asemejan.
Incluso acceden a ser
supuestos protectores de la ley y le pegan al culpable como al inocente, sea
con la fuerza física, implementos o con palabras, las cuales en ocasiones
aprenden en cursos realizados para interrogar o intimidar y que ellos tuercen
para sacar sus lados más oscuros.
El gañán anda en cambote,
gustando de usar motos o vehículos de alto calibre para intimidar. Llevan un
arma, sea de fuego o blanca o contundente.
Se colocan un koala
(riñonera, bolso, mariconera) y utilizan casco o algo para tapar sus rasgos,
porque van directamente a hacer lo que se les ordena o, en ocasiones, lo que
les place para sacar el lado más hosco y patán de su ser.
El gañán es de por sí un
cobarde con fuerza. Cuando educa el intelecto se apacigua y se transforma en un
manipulador maquiavélico, pero sabe acercarse a los extremos de su
personalidad, transformándose así en un manipulador de primera.
Reiteramos que es un
cobarde, porque sabe que el cúmulo de acciones contrarias a las leyes, la
moral, ética y amor fraterno o familiar le pasarán factura cuando se consiga a
otros como él, pero ya redimidos, o a aquellos que utilizaron la fuerza física
para hacer cumplir la ley y poder defenderse de tú a tú a sujetos como él.
Un gañán no tiene edad,
va desde el que hace bullying o el que se ríe de la desgracia ajena (una caída,
el dolor de una pérdida) o que cuestiona de manera descarada lo que los demás
hacen y no en tono jocoso incluyente, sino para hacer sentir mal.
También están aquellos
que usan el dinero para ser ciertamente los mayores patanes vulgares que se
pueden conseguir. Así como contratan a otros gañanes y gavilleros para que
hagan su trabajo sucio, se comportan con el propósito de manifestar ese falso
poder que tiene el dinero y la comodidad.
Para muchos, estos tipos
de seres deberían de caer pronto. Pero tardan. Algunos, los más listos, se
enfocan en usar su fuerza física y su físico, para sumar el intelecto y el
desparpajo que políticamente les hace ascender en la vida. Allí son más astutos
que los buenos que se quedan en el medio para ayudar al común y por eso, es que
los que hacemos el bien, resultamos avasallados por estos pocos, pero muy
incidente.
El gañán es rudo,
ignorante y de poca educación, lo que directamente no le hace malo porque el
bien y el mal son instintos naturales que incluso un bebé sabe reconocer. Por
eso, sí dedica su vida hacia el bien, aunque sea gañán podrá ser útil a la
sociedad. Pero en sus manos está la decisión de hacer el mal y eso le
transforma en su propio verdugo.
Ojo, no comparar el gañán
que se refiere a un trabajador agrícola, generalmente de campo, que realiza
tareas rurales como la siembra, la cosecha o el cuidado del ganado, para la
cual se creó el término. Nos enfocamos
en la acepción dirigida a quien busca y gusta de hacer mal basado en la fuerza
bruta.
El gañán gusta del
agavillamiento cuando encuentra a alguien a su mismo nivel o a quien puede
involucrar. Incluso puede ser una mujer o persona mayor de edad (y disculpen
que le diga persona).
La solución es tenerles
de lejos, ignorarles, ante cualquier provocación no confrontarles y buscar cómo
denunciarles en sus abusos, siempre con pruebas y con la discreción prudente,
ya que muchos están amparados por padrinos poderosos.
Pero con mucha delicadeza
y estrategia, puedes rebatir sus malas y beligerantes acciones, ya que su
exceso de confianza y el temor a ser traicionados los vuelve blanco fácil de la
estrategia, el honor y la defensa no violenta.
Con inteligencia y moral,
se termina venciendo a un gañán, para que gane prisión y pague ante la ley todo
el daño físico, ético y patrimonial que ha ocasionado.
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