Durante
la vida intrauterina el feto recibe sangre portadora de oxígenos y elementos
nutritivos obtenidos por contacto con la sangre materna en la placenta a través
de la vena umbilical, excepto
durante las fases muy precoces cuando todavía funciona el saco vitelino y venas
vitelinas.
Cuando
se transforman las venas vitelinas la vena umbilical establece contacto con el
plexo y anastomosis vitelinos, por lo que en una fase (longitud fetal, 6mm) la
totalidad de la sangre de la vena umbilical pasa a través de los sinusoides
hepáticos primitivos.
Al
mismo tiempo, la rama derecha de la vena umbilical y la parte proximal de la
izquierda se atrofian, mientras que, luego, la parte distal dilatada de la vena
umbilical izquierda cursa diagonalmente a través del hígado en un canal, el conducto venoso, el cual se ha formado
por redistribución de los sinusoides hepáticos primitivos.
Con
el desarrollo de los lóbulos hepáticos, el conducto venoso viene a situarse
exterior al hígado y se une a la vena cava inferior, en la cual las pequeñas
cantidades de sangre venosa de las porciones caudales del feto se mezclan con
sangre rica en oxígeno que viene a través del conducto venoso.
Esta
corriente sanguínea entra en la aurícula derecha, choca contra la membrana interauricular
(septum secundum) y se dirige a
través del agujero oval al interior
de la aurícula izquierda manteniendo
entonces el agujero oval abierto.
En
la aurícula izquierda, la sangre se mezcla con sangre no oxigenada procedente
de las venas pulmonares y pasa a través del ventrículo izquierdo a la aorta
ascendente, de ahí que la sangre mezclada suministre irrigación a la arteria
coronaria, cabeza, cuello y extremidades superiores.
Una
pequeña cantidad de sangre procedente de la vena cava inferior, junto con el
causal que afluye de la vena cava superior, es desviada a la arteria pulmonar e irriga los pulmones.
Sin embargo, la mayor parte de sangre de esta arteria, a causa de una mayor
resistencia en el árbol vascular pulmonar, es desviada a través del conducto arterioso directamente a la aorta descendente, en donde se junta
con la sangre expulsada del ventrículo izquierdo.
Esta
organización vascular contribuye a proporcionar al corazón y cerebro sangre con
un elevado contenido en oxígeno, mayor del suministrado a otros órganos menos
sensibles a la hipoxia.
Después
del nacimiento, probablemente a causa de un mecanismo de origen esfinteriano,
el conducto venoso se cierra rápidamente. Este conducto se oblitera pronto y se
transforma en el ligamento venoso,
el cual se une con el redondo, en
donde se sitúa la vena umbilical obliterada.
El
ligamento redondo termina en el ombligo, desde donde también los ligamentos umbilicales
laterales que contienen los restos de las arterias
umbilicales se desarrollan en el interior de la pared abdominal hacia las arterias iliacas internas. Con el
cierre del conducto venoso, la sangre oxigenada ya no alcanza la vena cava
inferior, y el hígado a partir del nacimiento solamente recibe sangre rica en
oxígeno a través de la arteria hepática.
Con
el primer movimiento respiratorio, disminuye la resistencia en el árbol
vascular pulmonar, y en este cambio de presión conduce inmediatamente a una
desviación de la corriente sanguínea a las aurículas derecha e izquierda, por
lo que no pasa sangre a través del agujero oval, el cual en el plazo de 1 año,
se cierra en un 75% de recién nacidos por unión del tabique auricular.
Una fosa oval indica en la vida adulta el
lugar de la primitiva localización del agujero. En el restante 25% de niños
persiste una comunicación oblicua entre la aurícula derecha e izquierda, la
cual puede demostrarse anatómicamente, pero sólo en raros casos es lo bastante
evidente para producir consecuencias funcionalmente importantes.
El
conducto arteriosos e cierra con la respiración, aparentemente por contracción
muscular, y se oblitera de forma gradual por proliferación de la íntima, por lo
que a los 3 meses después del nacimiento sólo persiste una banda de tejido
conectivo, el ligamento arterioso,
excepto en un pequeño porcentaje de casos en los que persiste un conducto
arterioso evidente.
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