La expresión “tener el
techo bajo” se relaciona a varios temas que coinciden en el punto de no querer
ver más allá del aprendizaje común o sobre suponer sobre las demás personas
cosas que no se saben y se les quiere imponer sin consultar, investigar ni
comprobar.
Hace unos años le escuché
decir al hoy Presidente de Argentina, Javier Milei, que no se puede creer que
la gente por muy humilde que sea, tenga su techo bajo en el predio del
conocimiento.
Esto derivó de que una
conductora de un programa le increpó de que las cosas que él sabía y que podía
aplicar desde la presidencia nadie las iba a entender; él se ofendió porque eso
es creer que nadie puede ya saber o al menos, investigar aquello que le hace ruido.
En efecto, el Presidente
Milei siempre habla bajo la premisa de que la gente sabe o quiere saber. En ocasiones
exagera porque los trata todos al ritmo universitario y no ha podido lograr la
empatía comunicacional que se aleje de la politiquería y de un académico que
está dictando un posgrado.
Pero el meollo del asunto
es que no podemos creer que la gente, por su condición humilde o de clase
media, tenga el techo bajo en lo que al conocimiento implica. Así como tampoco
podemos creer que todo el que tiene una alta posición, tiene el techo alto en
ese predio.
Cómo tratar de no herir susceptibilidades con eso de “tener el techo bajo”
Hasta no saber, no se
puede evaluar. Y tampoco podemos ser policías, jueces, jurados y verdugos o carceleros
del conocimiento, porque agracias a Dios, los humanos jamás lo llegamos a saber
todo. De saberlo, no me imagino hasta dónde llegarían el ego y la anarquía.
Un legado que se le
brinda a las personas es demostrar lo que sabes así como lo que haces. En cada
quien está el investigar para poder estar a la altura de lo que ve, escucha o
percibe; hasta preguntar nos aleja de la ignorancia, ya que el que pregunta,
pasa por tonto una vez y el que no pregunta, pasará por tonto siempre.
Si tienes un lenguaje
florido, no te limites de expresarlo. Quien no entienda que investigue, pero no
creas que callándote le haces un favor a tu entorno. Eso es poner el techo bajo
al hambre de conocimiento, aptitudes y actitudes de tus interlocutores.
Uno tampoco debe tener el
techo bajo al escuchar ciertas palabras o definiciones. Y no para ver los
fallos y realizar críticas, sino para aprender algo nuevo a diario, porque eso
es un proceso que va desde el nacer hasta el día de la muerte: saber algo nuevo,
corregir y/o aumentar.
Los sentimientos también están
implícitos. Hasta no ver una demostración de la forma como cada quien muestra
sus emociones o empatía, no podemos saber a qué nos atenemos. Suponer no es
saber.
Ahora, sí te buscas a
alguien que no demuestra empatía, solidaridad, ganas de aprender algo o enseñar
algo nuevo, lamento informarte que estás bajo la variante de “tener un techo
bajo, en tus expectativas”. Y casi siempre hay consecuencias fatales o tristes
de ello.
Claramente, nada es
absoluto, creer que la gente no puede cambiar para bien, así como hay gente que
estaba en el lado del bien y se pasaron al lado del mal (o estaban esperando
mostrar su verdadera naturaleza, ocultos de manera taimada en falsas sonrisas),
es tener un techo bajo y lamentable.
Por ende, no supongas,
averigua. Porque podrías estrellarte con tus prejuicios o ideas erróneas expresadas
a viva voz sin antes hacer un estudio de mercado.
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